La práctica deportiva, tanto en el ámbito amateur como profesional, exige al cuerpo rendir al máximo. Sin embargo, cuando no existe una adecuada preparación física o los entrenamientos superan los límites del tejido, aparecen lesiones como la tendinopatía de la pata de ganso, una patología que, aunque no siempre es diagnosticada de inmediato, puede limitar seriamente el rendimiento si no se trata a tiempo.
La pata de ganso es una estructura formada por la inserción de tres músculos en la parte interna de la rodilla: el sartorio, el grácil y el semitendinoso. Estos músculos, además de participar activamente en la flexión de rodilla y rotación de cadera, estabilizan la articulación durante los gestos deportivos. Por eso, cuando estos tendones se inflaman o sufren degeneración por sobreuso, el deportista comienza a notar molestias localizadas en la zona medial de la rodilla, sobre todo al correr, frenar, subir escaleras o incluso al realizar sentadillas.
En el entorno deportivo, las causas suelen estar directamente relacionadas con una sobrecarga de trabajo, mala planificación de los entrenamientos o desequilibrios musculares. Por ejemplo, es habitual encontrar esta patología en corredores con técnica deficiente, futbolistas con escaso control del valgo de rodilla o deportistas de fuerza que priorizan el trabajo de cuádriceps por encima de los isquiotibiales y glúteos. También influyen factores como el uso de calzado inadecuado, entrenar sobre superficies duras sin adaptación previa o tener una movilidad limitada en la cadera o el tobillo.
¿Cómo reconocerla a tiempo?
El dolor que provoca esta lesión suele desarrollarse de forma progresiva. En fases iniciales aparece tras el entrenamiento o al día siguiente, acompañado de cierta rigidez o molestia al tacto. En fases más avanzadas, incluso caminar o estar sentado por tiempo prolongado puede resultar incómodo. Por eso es clave actuar pronto, antes de que la tendinopatía se vuelva crónica.
Tratamiento desde la fisioterapia deportiva
Desde la fisioterapia deportiva, el tratamiento se enfoca en tres pilares: aliviar el dolor, corregir los factores de origen y reentrenar el tejido para que el deportista pueda volver a su disciplina con garantías. Inicialmente, se recomienda una reducción temporal de la carga deportiva, combinada con técnicas manuales, terapia de descarga, electroterapia o punción seca si es necesario.
A medida que el dolor cede, se introduce un trabajo progresivo de fuerza con énfasis en los isquiotibiales (sobre todo de forma excéntrica), glúteos, core y musculatura estabilizadora de cadera. En consulta, una progresión habitual incluye ejercicios como:
Puentes isométricos para reactivar la musculatura posterior
Sentadillas unilaterales con control
Nordic Curl asistido
Planchas laterales para el glúteo medio
También es fundamental el trabajo de control motor, enseñando al paciente a evitar patrones lesivos como la caída de la rodilla hacia adentro en tareas funcionales o deportivas. En fases finales, se incorporan ejercicios más dinámicos como saltos, cambios de dirección y frenadas suaves, simulando los gestos deportivos reales para facilitar una vuelta segura a la actividad.
¿Se puede prevenir?
Más allá del tratamiento, es importante recalcar la prevención. Muchos deportistas reinciden porque no corrigen los errores que originaron la lesión. Por eso, se recomienda mantener una buena base de fuerza en isquiotibiales, glúteos y core, realizar estiramientos activos y trabajos de movilidad regularmente, y prestar atención a la técnica, tanto en carrera como en ejercicios de fuerza.
Articulo redactado por Moisés Suárez
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